Como el curso pasado, también este año hemos acudido con cuarto de ESO a ver los documentales premiados en el Festival de cine en español de Málaga en la sección “Afirmando los derechos de la mujer”.
La película premiada este edición fue: Free- Hadijatou J’accuse, de Lala Goma y Rosa Cornet. Es la historia de Hadijatou Mani, que sufrió doce años de esclavitud hasta que logró escaparse y llevar su caso ante la justicia. Fue la primera mujer en Níger en hacerlo.
La esclavitud es, desgraciadamente, el destino de muchas mujeres en Níger, ya que se considera una costumbre comprar a mujeres de familias sin recursos, a pesar de que está prohibido por ley.
Es un documental rodado con muchas dificultades, como explicó una de sus directoras. En primer lugar por presupuesto, pero también por problemas políticos, ya que es una zona en la que se encuentra activo Boko Haram.
Es demoledor ver la reacción de la gente allegada. Resignación. La esclavitud es costumbre. «¿Crees q es una buena costumbre?,» le pregunta el entrevistador, miembro de la ONG Timidria al mediador, que realiza la compra-venta, «No pero no podemos hacer nada».
Afortunadamente sí hay quién hace algo, en concreto la ONG Timidria, que ayudó a liberar a Hadijatou y a otras nueve de las trece esclavas en posesión de El Hadj Souleymane.
Gracias a la lucha y a la fortaleza de Hadijatou, su caso logró sentar precedente para casos similares. Apeló incluso a Ecowas, que condenó a Niger por permitir la esclavitud. Gracias a su caso, está criminalizada la posesión de esclavas desde 2013. En 2014 tuvo lugar la primera condena a un hombre por posesión de esclavas.
Y todo a costa de un gran esfuerzo mental, pero también económico, pues no es nada fácil desplazarse por Níger y Hadijatou tuvo que acudir hasta diecinueve veces al tribunal de la capital de su región. En un país donde la pobreza es la norma, es difícil encontrar a alguien con su entereza y la determinación.
A pesar de su lucha se calcula que todavía hay unas 40000 esclavas en Níger. Además, las antiguas esclavas viven en comunidades separadas, como la comunidad Zagon Abolo. Y la tradición sigue mandando.
Uno de los momentos más impactantes de la película, para mí, tiene que ver con el reencuentro madre- hijos. Una vez conseguida su libertad, intenta pedir la custodia de los hijos que se habían quedado con su captor (y padre). Ellos no quieren vivir con su madre porque consideran que los ha abandonado, por lo que no consigue su custodia, pero sí el derecho a visitarlos. Pues bien, cuando Hadijatou consigue ir a la casa en la que había estado cautiva para visitarlos, después de muchos años sin verlos, se conforma con tan sólo cruzarse con su hijo mayor, pues por tradición en Níger «una madre no puede hablar con su hijo mayor».
Cuánto daño están haciendo las tradiciones. Como la tradición de los matrimonios acordados en la India, de lo que trataba el interesante segundo documental premiado, 50 rupees, de Nagore Eceiza.
Además, esta edición de los premios contó con una muy interesante «masterclass» de la directora Marina Seresezky, que también proyectó su conmovedor corto, La boda, muestra de solidaridad entre mujeres.
Ella dice que hace «cine con mujeres», no «para mujeres». Supongo que quiere huir de las etiquetas que supone el calificativo «para mujeres», ¿sentimientos? ¿lágrimas? Sigue con mala prensa ser capaz de sentir…
Nos estuvo contando datos de la flagrante desigualdad en el mundo del cine. A saber,
en primer lugar, ni el 95% de las películas actuales pasan el Test bechdel, las directoras cobran 40 por ciento menos y hay un 8% menos de protagonistas mujeres.
Nos conto también cómo veía claramente diferencias en los guiones según los escribieran mujeres o varones. Los escritos por mujeres suelen mostrar a parejas en las que ambos miembros están enamorados, en los guiones de autores varones, las mujeres suspiran (por ellos), ellos no…
Esta directora defiende ser tratada igual que sus compañeros varones , e insiste en que hay que seguir luchando hasta que preguntas en entrevistas como la famosa «¿Cómo haces para conciliar?» no sean exclusivas para mujeres.
Estoy muy de acuerdo con ella en la necesidad de trabajar en educación y en dar visibilidad para que el cambio sea posible. Sobre la visibilidad, contó una anécdota que me llamó la atención. En una charla, alumnas de trece años declaraban que no sabían que las mujeres pueden ser directoras de cine. Mis alumnas no suelen llegar a ese punto. Pero está claro que los referentes son necesarios para imaginarte en ese papel.
Os dejo, por último, con el acertado consejo que nos ofreció:
«Pensar en lo que cada uno puede hacer por la igualdad, con humor, con alegría, pensando en positivo, sobre todo en educación, «dando la matraca», sin dejar pasar micro machismos.»